Lo más lejos
que esta expedición había logrado llegar era al Col North que estaba a una altura de unos 7,300 metros. (Una col es
un área plana que se extiende a lo largo de una cordillera entre las cimas de
las montañas). Fue justo debajo de esa planicie que el equipo de escaladores
hizo un sorprendente descubrimiento. Dentro de una tienda despedazada por el
viento había un esqueleto con algo de piel congelada cubriendo los huesos.
Estaba sentado en una extraña posición, con un pie descalzo y los lazos de la
otra bota que seguía cubriendo el pie, entre los dedos.
La práctica
de escalar montañas no está hecha para los débiles del corazón porque entre los
lugares más inhóspitos de la tierra se cuentan las altas montañas. Por
supuesto, eso no ha impedido que siempre haya quienes aspiren a conquistarlas.
En 1786, los primeros escaladores llegaron a la cumbre de la montaña más alta
de Europa, el Mont Blanc, en Francia. Aquello fue toda una proeza. Pero hay una
gran diferencia entre escalar la cumbre más alta de los Alpes de 4,800 metros y
escalar el Everest, el pico más alto del mundo con 8,850 metros, especialmente
antes que se dispusiera del moderno equipo que existe hoy día. El Everest es
increíble. La altitud incapacita incluso a los más experimentados escaladores.
Y el clima es cruel y no perdona. Los expertos creen que actualmente permanecen
en la montaña los cuerpos de 120 escaladores que fracasaron en su intento.
En 1953,
Tenzing se embarcó en su séptima expedición al Everest con un grupo británico dirigido
por el coronel John Hunt. Por entonces, a Tenzing no solo lo respetaban como
cargador que era capaz de llevar sobre sus hombros pesos enormes hasta grandes
alturas, sino también como un montañista y como un experimentado miembro de la
expedición, un honor poco usual para un sherpa. El año anterior había llegado a
una altura de 8,608 metros con un equipo suizo. Hasta ese momento, había sido
lo más cerca de la cima que ser humano alguno hubiera llegado.
El grupo
británico nombró a Tenzing jefe de los porteadores. Tendría que contratar,
organizar y dirigir a los cargadores. No era aquella una tarea sencilla. Con la
esperanza de conseguir que al menos dos personas pudieran ir desde la base del
campamento hasta la cima, el equipo hizo el intento con diez escaladores de
alturas, incluyendo a un neozelandés llamado Edmund Hillary. En conjunto, los
hombres tendrían que cargar dos y media toneladas de equipo y alimentos. Estas
cosas no podían ser llevadas a la base de la montaña ni en camiones ni por aire.
Tendrían que cargarlas hasta la base del campamento hombres y mujeres desde
Katmandú, a 290 kilómetros de allí, por un camino que subía y bajaba por los
contrafuertes del Himalaya y sobre ríos que tendrían que atravesar por puentes
construidos con cordeles y tablas. Tenzing tendría que contratar entre
doscientas y trescientas personas solo para que llevaran la carga lo más cerca
posible de la montaña.
Ellos aprovecharon al máximo la
oportunidad que se les brindaba. Y el 29 de mayo de 1953, Tenzing Norgay y
Edmund Hillary lograron lo que hasta entonces ningún otro ser humano había
alcanzado: ¡Pararse en la cima del Monte Everest, el pico más alto del mundo!
¿Podrían haberlo hecho solos Tenzing e
Hillary? La respuesta es no. ¿Podrían haberlo logrado sin la ayuda de un gran
equipo? De nuevo, la respuesta es no. ¿Por qué? Porque a medida que el desafío
crece, la necesidad de un trabajo en equipo aumenta. Esa es la ley del Monte
Everest.
Quizás
nosotros no seamos escaladores ni tengamos la menor intención de intentar
llegar a la cima del Everest. Pero supongo que tendremos algún sueño. Esto lo
digo con bastante seguridad porque sé que todos, muy dentro de nosotros,
tenemos uno, aunque aun no lo hayamos definido muy bien. Si usted tiene un
sueño, necesita un equipo para hacerlo realidad. ¿Cómo hacer para formar un
equipo? Creo que la mejor manera de comenzar es haciéndose tres preguntas:
¿Cuál es mi sueño? ¿Quién integra mi equipo? ¿Cómo deberá ser mi equipo ideal?
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